sábado, 4 de octubre de 2008

¿A qué hora?


¿A qué hora empieza la clase? Me preguntó una alumna adulta, casada con dos hijos, al comenzar mi primera clase con su grupo. La miré asombrada pues no entendía el por qué de la pregunta ya que ellos sabían que estaban matriculados en mi grupo y que según les habían informado en secretaría la clase era de 9.00 a 11.00. ¿A qué te refieres? le dije. Ella volvió a repetir lo mismo: ¿A qué hora empieza la clase? Yo le pregunté entonces: ¿A qué hora empezamos nosotros? y me dijo a las 9.20 o así. Entonces ya me dí cuenta de por dónde pretendía ir y una que tiene muchas tablas a estas alturas de la película le dijo: Ah, quizás llegué un poco tarde porque estuve hablando con el director por el camino, lo cual era efectivamente cierto, de todas maneras, la clase empieza a la 9.00 horas y si no empieza a las 9.00 entonces es que yo me he retrasado, lo cual ocurrirá alguna vez. Y ahí dejé el tema.

Yo tengo muy claro que en eso soy como el Rey: nunca llega tarde porque todo acto empieza cuando él llega. Cuando yo soy profesora me pasa lo mismo: mi clase sólo comienza cuando yo llego.

Después he estado observando a la alumna en cuestión y me he dado cuenta de que lo que buscaba era llamar mi atención desesperadamente.... por lo que he decidido no responder a sus demandas y hacer que su llamada no tenga la respuesta que ella espera. Veremos a ver lo que pasa porque en este oficio uno tiene que ser un poco de todo...

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Primer día de clase



Cuando llegamos a clase el primer día siempre nos sentimos un poco cohibidos. Sabemos que treinta pares de ojos están posados sobre nosotros, analizando cada gesto que hacemos, confirmando así los rumores que circulan por el colegio acerca de nuestra persona. No es fácil ser profesor el primer día del curso.
El día anterior elegimos cuidadosamente la ropa que nos vamos a poner para tratar de causar la impresión exacta que queremos que los alumnos tengan de nosotros y por un día nos convertimos en el objetivo de todas las miradas y comentarios.
Pero no sólamente son los alumnos los que analizan al profesor. Nosotros, los profes, cuando entramos en el aula olisqueamos el ambiente y dejamos que todos nuestros sentidos se abran para dejar entrar en nuestro ser un torrente de sensaciones que nos revelen la verdadera identidad de la clase en cuestión.
A simple vista detectamos a las alumnas empollonas que no necesitarán nuestra atención pues harán los deberes incluso en aquellas ocasiones en que nos hayamos olvidado de pedirles que lo hicieran. Los vagos nos contemplan con su típica caída de ojos; los adulones vendrán sin faltar a la cita del final de clase para preguntarnos cualquier estupidez y contarnos algún problema personal que no queremos conocer; el inteligente que está por encima del bien y del mal nos mirará sin revelar sus pensamientos y el gracioso de turno aprovechará cualquier descuido para dejarse sentir y acariciar por las risitas nerviosas que su actuación provocará.
Un primer día que, si lo vivimos con los ojos del conocimiento bien abiertos, nos revelará mil detalles que podrían sernos útiles en clases posteriores. Detectar los elementos conflictivos es tarea fácil y conviene hacerlo desde el principio para así tener tiempo de aplicar un remedio rápidamente antes de que la situación no tenga vuelta atrás.
Y tú ¿qué encontraste?

sábado, 13 de septiembre de 2008

Claustro


La primera actividad conjunta de los profesores del centro antes del comienzo del curso escolar es el Claustro. El claustro de profesores no es un lugar, como en los antiguos conventos, sino el grupo de profesores que trabajan en un centro docente. A la cabeza el Director, seguido del Jefe de Estudios, el Vicedirector y el Secretario.
El primer claustro del año es bastante completo e interesante. Se da la bienvenida a nuevos profesores recién incorporados, a los que se les transmite la imagen de que han llegado al mejor centro de la comarca, que los profes somos fantásticos y, con una sonrisa falsa prendida de los labios, que estamos encantados de poderles ser de ayuda.
Luego, nos miramos unos a otros para ver en los demás las huellas que las vacaciones de verano han dejado en sus cuerpos. A unos los encontramos descansados y satisfechos, pero otros parecen haber vuelto a clase blandiendo la espada de combate dispuestos a embestir al que ose llevarles la contraria.
Los hay que les gusta sentarse al fondo para así tener una visión de conjunto y otros que prefieren la cercanía al equipo directivo. Esta cercanía es física y también anímica, porque algunos profesores son tan anímicamente leales a la Dirección del centro que ni siquiera les preocupa quién ocupa la silla, teniendo, como tienen, la mente en ocuparla ellos algún día. Estos últimos se sientan juntos y buscan cualquier fallo en el rival para anotarlo apresuradamente en la libreta y poder desprestigiarlo cuando llegue el momento. Ellos saben de sobra que ese momento llegará y agazapados esperan sacar la garra cuando el enemigo por fín se ponga a tiro.
La sociedad entera está reflejada en esas interesantes reuniones de nombre rimbombante. La que se puso sus mejores galas para epatar al personal; los que anotan hasta el paso de una mosca por el aula en la primera página de sus cuadernos nuevos; los que se apuntan a cualquier término nuevo para usarlo a la primera oportunidad; los que hacen preguntas únicamente destinadas a interesarse por los días y horas de clase, tratando de reducir su número a toda costa; los que pasan de todo; los que se pasan el claustro saliendo y entrando del aula...
La Maestra Ciruela estuvo en un claustro hace una semana y salió con un sabor agridulce en los labios porque habló después de haberse propuesto no hacerlo y. además, deliró sintiendo que le rozaba la cara el ala de alguna desconocida ambición personal camuflada entre las sombras que proyectaban sonrisas apretadas.
¿Cómo son tus claustros?

martes, 9 de septiembre de 2008

Poner la casa en orden



Se acerca el momento. Dentro de pocos días empezará a sonar el timbre y volveremos a entrar y salir de las aulas mecánicamente, sin tiempo apenas de hablar con los compañeros.
Mientras tanto, ordenamos nuestros casilleros. Tiramos todo lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Los libros antiguos los reemplazamos por nuevos, aerodinámicos volúmenes de metálicos colores que en su perfección nos hacen soñar con maravillosos contenidos que animarán nuestras clases. ¡Cuántas veces las promesas se desvanecieron posteriormente!
Papeles importantes un día han perdido hoy todo su valor y se han ido a la papelera de reciclaje. Nombres, direcciones, notas, correcciones que un día tuvieron un sentido han aparecido ante nuestros ojos como basura de la que había que desprenderse.
Hemos llenado nuestros casilleros de nuevos propósitos, de ilusiones, de intenciones. Empieza el curso y esperamos darnos una nueva oportunidad para llegar a ser lo que queremos entre bolígrafos, clips, archivadores, fotocopias y tijeras.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Libros de texto


Ha llegado el momento de elegir un nuevo libro de texto para el próximo curso. Esto siempre plantea problemas entre los profesores. Algunos piensan que no se debería cambiar. Para unos cuantos no sería necesario cambiar de libro nunca, pues según dicen "más vale malo conocido, que bueno por conocer". Son los que pasan de todo, los que nunca preparan las clases y viven de las rentas.
Otros están de acuerdo con el cambio porque piensan que el libro anterior ha cumplido un ciclo y necesitan un nuevo estímulo a la hora de preparar e impartir sus clases. Entre éstos hay discrepancias puesto que a unos les gusta un formato y a otros otro.
También hay profesores lanzados que se apuntan a cualquier cambio por el mero hecho de poner un elemento nuevo en sus vidas.
El caso es que cuando llega la época de elegir libro siempre surge la pregunta: ¿y por qué no podemos elegir cada uno el libro que queremos?
Ésa es la gran pregunta. Todos somos diferentes y nos acercamos a la experiencia docente de maneras diversas dependiendo de nuestra personalidad, ritmo e ideas. Un libro demasiado guiado puede dar al traste con la creatividad de algunos profesores y otro demasiado escueto puede bloquear la imaginación del menos dotado.
Desde aquí abogo por la posibilidad de que cada profesor elija aquel libro que le siente bien a su personalidad, con el que se sienta cómodo y sus enseñanzas sean recibidas con mayor eficacia.
O acaso, ¿el manual que sigues es el ideal para tí?

viernes, 5 de septiembre de 2008

Papeleo



Últimamente vengo observando que gran parte de nuestro trabajo ha pasado a convertirse en papeleo, trabajo administrativo cada vez más engorroso, que nos aleja de nuestra misión última que es impartir conocimientos.
Se nos van días y días rellenando formularios, pasando actas, haciendo listados, completando programaciones, eligiendo horarios, hablando con editoriales, coordinando con otros centros...
Yo creo que nos estamos alejando de nuestro cometido con tanto papeleo. Me da la impresión de que los políticos que dirigen nuestra actividad están más interesados en justificar las medidas que implantan con documentos que nos exigen que presentemos, que en la calidad de los contenidos que impartamos en las aulas.
En los muchos años que he estado trabajando, jamás nadie se preocupó en confirmar si en realidad mis clases servían para algo o no. Nunca vino nadie a oir una clase para cerciorarse de que mis alumnos tenían frente a ellos a una profesora capaz de enseñarles algo.
¿Nos estamos olvidando del propósito de nuestra profesión con tanto papeleo inútil? ¿Por qué hay más reuniones para tratar temas administrativos que para hablar de métodos pedagógicos? ¿Nos preocupa de verdad la calidad de nuestras enseñanzas? Y en caso de que la respuesta sea afirmativa, aparte de nosotros ¿quién más se preocupa de ello?
Me gustará saber qué opinas.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Vivir como un profesor


Hoy, uno de septiembre, vuelta al trabajo. La sociedad nos critica por nuestras largas vacaciones. Todas nuestras reivindicaciones las rechazan aduciendo que no tenemos motivos para quejarnos puesto que disfrutamos de vaciones pagadas todo el año.

Por otro lado, las vacaciones de verano se han ido acortando paulatinamente y ya nos han quitado practicamente un mes. El día primero de septiembre empezamos nuestras actividades cuando antes no lo hacíamos hasta mediados de mes.

¿Son nuestras vacaciones demasiado largas? ¿Crees que ese factor hace inviable cualquier reclamación de mejora salarial por parte del colectivo de profesores?

¿Crees que se podría acuñar un dicho similar al de 'vivir como un cura', cambiando lo de 'cura' y sustituyéndolo por 'profesor'?